Los atenuadores permiten controlar la potencia final de nuestro amplificador a válvulas. En muchas situaciones se hacen imprescindibles. Para el ‘home-recording’ son básicos.

Prácticamente todos los que utilizamos amplificadores a válvulas sabemos que hay que tocar a volúmenes altos para que empiecen a sonar bien. Hay amplificadores de potencias altas, por encima de los 100 vatios, que cuestan mucho de controlar en directo e incluso en el local de ensayo. Si los subes de volumen para que suenen bien te quedas sordo o sólo se oye tu amplificador y si bajas el volumen y lo equilibras con el resto de la banda el sonido ya no es el mismo. Este problema todavía es más evidente en amplificadores antiguos y vintage donde no hay ningún control de volumen final o master y es más difícil que puedan llegar a saturar a volúmenes aceptables.

Un atenuador es un aparato que se coloca entre el amplificador (cabezal o combo) y los altavoces. Suelen disponer de una entrada que se conecta a la salida del amplificador y de una salida que se conecta a la pantalla de altavoces. A partir de este momento el amplificador se entiende directamente con el atenuador. Es básico que la respuesta del atenuador sea lo más parecida posible a la de un altavoz y que de forma dinámica se comporte como tal. Si es así, el rendimiento y la tonalidad del amplificador no se verán modificados. El atenuador reparte la potencia entregada por el amplificador. Parte la disipa él mismo en forma de calor y el resto la envía hacia los altavoces. Todos los atenuadores del mercado disponen de un control de atenuación para elegir la cantidad de potencia que queremos que llegue a los altavoces.

Normalmente se puede ir desde el 100% (en este caso el atenuador no actúa) hasta el 0% (el altavoz no recibe ninguna señal y el atenuador se comporta como una carga). Ya podéis imaginar el potencial de estos aparatos. Podéis hacer que un amplificador de 100 vatios esté a tope (todo él ‘peinado al 10’ al más puro estilo Angus Young) y con un atenuador hacer llegar tan solo dos o tres vatios a los altavoces. Esto es genial porque podéis conseguir que el amplificador rinda al 100% a bajos volúmenes. Cuando forzamos el amplificador hasta su máxima potencia saturamos las válvulas finales y el sonido se enriquece muchísimo ganando en cuerpo y en armónicos.

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Ejemplo de montaje de pedales con el atenuador incorporado.